El 15 de mayo de 2019 las llamas ascendían sobre Notre Dame, mientras que los bomberos se afanaban en apagar un incendio que ponía en serio peligro la supervivencia del centenario templo sagrado, uno de los grandes símbolos de Francia. Un mes después, el riesgo de perder la iglesia para siempre ha desaparecido, pero la situación actual está lejos de ser la ideal.
Los escombros se siguen amontonando en el suelo, los bancos de madera están carbonizados y las tareas de reconstrucción aún no han podido empezar debido a que el edificio no está lo suficientemente estable y seguro como para realizar una obra de esa magnitud.
Unas gigantescas lonas protegen la construcción de lluvias y otras inclemencias del tiempo, mientras que los 850 millones de euros de donaciones prometidos para la restauración del tiempo no han sido recibidos por las entidades gestoras de las colectas, tal y como ha asegurado el Ministerio de Cultura francés.
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Macron prometió que Notre Dame volvería a lucir su aspecto habitual en cinco años, pero de momento las obras no han empezado y el interior del templo continúa en estado ruinoso.