Por: Reina Bojorque
Hoy en día, Honduras ya no solo vive una tensión electoral interna, ahora también se encuentra bajo la mirada directa de la OEA, la ONU y Estados Unidos. Tres actores que en menos de dos semanas hicieron sus llamados de atención, elevando así la presión sobre las instituciones y colocaron al país en el centro del debate hemisférico.
Pero la pregunta que inquieta a analistas y sectores políticos es inevitable: ¿Estas voces internacionales buscan proteger la democracia hondureña o son señales de que el proceso electoral está entrando en una zona de riesgo que aún no se ha dicho abiertamente?
No obstante, la respuesta no es tan simple como parece, ya que, el momento en que cada actor habló y cómo lo hizo, revela más de lo que parece.
Qué dijeron y cuándo
El 30 de julio de 2025 se lanzó la señal inicial, con el primer pronunciamiento de la OEA, quien en ese momento exhortó a preservar la independencia institucional en materia electoral, a disminuir la intervención judicial y a moderar el tono del discurso político. El fin de estas advertencias era evitar escaladas de conflicto durante el calendario electoral.
Meses después, exactamente el 4 de noviembre de 2025, La OEA elevó su tono y expresó preocupación por “acciones del Ministerio Público” y destacó la necesidad de proteger las instituciones electorales; pidiendo además que las Fuerzas Armadas respeten su rol constitucional.
Días más tarde el 11 de noviembre de 2025, La Secretaría General de la OEA dirigida por Albert Ramdin, emitió una declaración explícita exigiendo respeto a la autonomía y continuidad institucional en el proceso electoral. La organización pidió evitar parálisis institucional y preservar la independencia de los órganos encargados de la contienda.
Ese mismo día, las Relatoras Especiales de la ONU sobre libertad de opinión, de reunión y de asociación señalaron su preocupación por el clima de polarización, ataques a la prensa y extensión de estados de excepción, además de advertir sobre el discurso estigmatizador contra periodistas, defensores de derechos humanos y ONGs.

Ahora bien, entre el 11 y 13 de noviembre, tras estos pronunciamientos multilaterales, el subsecretario de Estado de EE. UU. para la región, Christopher Landau, publicó declaraciones que replicaron o respaldaron las inquietudes expresadas por la OEA; altos exfuncionarios del Departamento de Estado hicieron eco de esas preocupaciones. Ese pronunciamiento estadounidense llegó después de las advertencias de la OEA y la ONU, lo que generó preguntas sobre el momento y la coordinación entre organismos.
¿Por qué EE. UU. actuó después de la OEA y la ONU? Contexto y posible explicación
La sincronía de las declaraciones internacionales no es casual. Es de conocimiento público que, Estados Unidos es uno de los principales financiadores y actores en la OEA y mantiene un interés estratégico en Centroamérica por razones políticas y de seguridad ente ellas: migración, narcotráfico y cooperación militar.
Entonces ante los cuestionamientos sobre la eficacia de la OEA, actores estadounidenses han ejercido presión interna en la organización, incluso con amenazas de revisar o condicionar aportes para que asuma un papel más activo en crisis regionales.
Esa dinámica explica, en parte, por qué la decisión estadounidense se produjo tras pronunciamientos multilaterales y no de forma aislada.
Efectos, motivaciones y escenarios
Para hacer un análisis más a detalle debemos de hacernos tres cuestionamientos claves que nos harán entender cuales son los efectos, motivaciones y escenarios, que se suscitan a raíz de estos pronunciamientos.
Para empezar ¿Qué se busca con estos pronunciamientos internacionales? Probablemente salvaguarda democrática ejerciendo presión para que las instituciones funcionen sin injerencias, proteger observadores, garantías y libertad de prensa. En este sentido, la OEA/ONU/EE. UU. actúan como contrapeso frente a posibles actos que erosionen la independencia institucional.
O Tal vez solo sea disuasión y cálculo geopolítico, con estas advertencias públicas también buscan condicionar comportamientos de actores locales (Ministerio Público, Fuerzas Armadas, oficialismo u oposición). En países estratégicos para EE. UU. —como Honduras por migración y seguridad— esas señales tienen un peso adicional.
En segundo lugar, nos preguntamos: ¿Cómo impacta esto en el tablero interno? Las declaraciones internacionales son munición tanto para la oposición (que las usa para denunciar presiones o riesgos) como para el oficialismo (que puede verlas como intervencionistas o selectivas). Además, CNE, TJE y Corte Suprema quedan bajo mayor escrutinio; cualquier fallo o retraso será observado por auditores externos.

En cuanto al Ministerio Público y Ejército, sus decisiones y actos (investigaciones, intervenciones) cobran mayor relevancia y potencial costo político. Por otro lado, los partidos y sociedad civil reciben una coartada para apelar a observación internacional si sienten vulneradas sus garantías.
Ya por último nos cuestionamos: ¿Cuáles son los riesgos concretos para la legitimidad electoral? En un efecto amplificado de errores técnicos o judiciales como: las fallas en TREP, transporte o disputas sobre magistrados, que internamente podrían ser vistas como manejos técnicos y se vuelven escándalos de alcance internacional.
Asimismo, tenemos la polarización aumentada. Estos pronunciamientos externos pueden ser interpretados por sectores como apoyo a una parte política, lo que radicaliza discursos y movilizaciones. Lamentablemente, la expectativa pública aumentada convierte a cada decisión judicial o administrativa en un posible punto de quiebre.
El tablero geopolítico: por qué Honduras importa afuera
Honduras no es un caso aislado, su ubicación y problemáticas (migración hacia EE. UU., rutas del narcotráfico, cooperación militar) lo convierten en un país estratégico para la política exterior estadounidense y regional.
La atención internacional y la posibilidad de condicionar asistencia o relaciones cambia los incentivos locales y agrega un factor externo que los actores nacionales deberán incorporar en su estrategia.
La mirada internacional puede actuar como sistema de alarma democrático, presiona por transparencia, protege observación y puede desalentar conductas que perjudiquen la imparcialidad. Pero también puede convertirse en un amplificador de tensión si se percibe como intervención selectiva o si sus mensajes no van acompañados de propuestas prácticas y coordinadas para la estabilidad del proceso.
Honduras hoy está en el ojo internacional. Eso puede ayudar a garantizar un proceso más vigilado y, por ende, más institucionalmente cuidado. O puede alimentar la narrativa de injerencia que cierta política utilizará para movilizar a sus bases.
Así que, el verdadero resultado dependerá de la conducta de las instituciones nacionales, si estas responden con transparencia y cumplimiento de la ley, la presión internacional servirá de refuerzo democrático; no obstante, si responden con opacidad o medidas que parezcan arbitrarias, la atención externa solo acelerará la crisis de legitimidad.

