Con un ambiente cargado de tristeza y melancolía, familiares y allegados le dan el último adiós a Carlos Eduardo Salgado, uno de los tres hondureños que perdió la vida en un trágico accidente vial ocurrido hace un mes en Oklahoma, Estados Unidos.
Su cuerpo, vestido de negro, fue el primero en ser repatriado, un mes después de la tragedia que ha marcado para siempre a su comunidad.
Ahora, la pequeña localidad de la villa de San Francisco se encuentra sumida en el luto. En cada rostro hay dolor, y en cada lágrima, un grito contenido por la pérdida de un joven que, a sus 20 años, soñaba con ayudar a su familia y construir un mejor futuro.
«Murió con tantos sueños por delante», lamentan sus vecinos, al recordar su carácter amable, su sonrisa sincera y su fe inquebrantable.

Carlos Eduardo había migrado hace dos años y medio con la esperanza de brindarle mejores condiciones de vida a sus padres. Era un muchacho trabajador, sin vicios, instruido en los caminos del Señor, como lo describen quienes lo conocieron.
Su madre, completamente rota por el dolor, recuerda cómo hablaban todos los días. “Nunca hablábamos de despedidas, él quería volver”, expresó entre sollozos.
Antecedentes de la tragedia
El accidente ocurrió el pasado mes en el estado de Oklahoma, cuando tres hondureños Carlos Eduardo Salgado, José Antonio Trejo González y Francisco Javier Ponce Salgado, se dirigían a su trabajo en una granja.
En una vuelta traicionera del destino, el vehículo en el que viajaban sufrió un fatal percance vial que les arrebató la vida de manera inmediata.

La noticia no tardo en conmocionar a las comunidades de donde eran originarios, generando una ola de duelo en Villa de San Francisco, Guanacaste (Valle de Ángeles) y Quebrada Grande (El Paraíso).

Carlos Eduardo es el primero de los tres cuerpos en regresar a su tierra natal.
Su llegada ha reabierto heridas que aún no sanan, pero también ha permitido a su familia y amigos iniciar el difícil proceso de duelo, con la esperanza de que pronto también puedan dar sepultura a los otros dos jóvenes.
«Su sueño era ayudar a sus padres, hacer sus cosas y regresar. No tenía nada, solo tenía sueños», compartió su padre entre lágrimas.
Hoy, entre oraciones, abrazos y flores, la comunidad entera se une para rendir homenaje a un joven que partió demasiado pronto.

