La exposición de menores en redes sociales por parte de madres y padres influencers se está convirtiendo en una práctica habitual con consecuencias dañinas para el menor, al grado que podría ser considerada como una forma de abuso infantil.

El sharenting (share+ parenting) entendido como compartición de información y fotos de los hijos en las redes sociales plantea numerosos interrogantes en el plano ético, legal y también publicitario. La huella digital de menores y sus posibles efectos se unen a la práctica de progenitores influencers que emplean la imagen de sus hijos para promocionar marcas de productos y servicios.
El término deriva de las palabras inglesas “share” (compartir) y “parenting” (crianza).

El fenómeno del sharenting comenzó a tomar fuerza a principios de la década de 2000, con el aumento de la popularidad de las redes sociales. Los padres y madres empezaron a compartir fotos, videos y anécdotas de sus hijos e hijas en plataformas como Facebook, Instagram y Twitter, para mostrar con orgullo la belleza, simpatía y logros de los pequeños.
Según investigadores del fenómeno, hasta un 30% de los padres sube cada día una foto de sus hijos a la red, y los motivos para ello parecen ser el orgullo y el afecto de la familia hacia el menor. No obstante, esta práctica no es inocua para el menor.
En primer lugar, hay que destacar que se crea una huella digital desde que son bebés, la cual se mantiene a lo largo de la vida. Por otro lado, atenta contra la protección de datos del menor de edad, comprometiendo su privacidad. Además, en la mayoría de ocasiones no cuentan con el consentimiento del menor.
Los daños que se pueden derivar de esta práctica se pueden reflejar en la autoestima y el desarrollo de la identidad personal del menor, puede ser causa de cyberbulling, grooming, fraude (riesgo de robo de identidad), o la posibilidad de que se compartan las fotografías o videos en webs que fomentan la pedofilia.
A esto se le añade la pesadilla de todos los padres: la presencia de pederastas en internet. Y hay más amenazas como los riesgos para la seguridad que supone la publicación de los menores: suplantación de identidad, copia de la voz para cometer fraudes o la creación de imágenes pornográficas mediante inteligencia artificial.

“Sharenting” con causa: social o económica
Un estudio realizado por Barclays Bank estima que para 2030, dos tercios de los robos de identidad podrían atribuirse al sharenting, mientras que una investigación de Microsoft mostró que para ese mismo año, el exceso de información sobre los niños en las redes sociales podría ser la causa principal de más de dos tercios de los robos de identidad.
Pero más allá de las conductas criminales, hay quien se rebela contra el mismo concepto de sharenting –anglicismo que proviene de share (compartir) y parenting (paternidad)– solo por la pérdida de la intimidad que supone y la violación de los derechos de imagen de los menores.
Quizá fue la televisión la que le abrió los ojos al mundo sobre las posibilidades de convertir la familia en un show, La periodista Fortesa Latifi explica cómo todo pudo haber empezado con 16 and pregnant, un programa de MTV estrenado en 2009 que seguía a madres que se habían quedado embarazas con dieciséis años, y documentaba sus conflictos de pareja, la relación con sus padres y, por supuesto, el nacimiento de sus hijos. Aproximadamente por esa misma época apareció Kate Plus 8 (TLC), que seguía la vida de un matrimonio con sextillizos.
No obstante, fueron las redes sociales las que pusieron esto al alcance de todos.
Los primeros en hacerse famosos por publicar su día a día en YouTube fueron los Shaytards, una familia de mormones que aseguraba querer transmitir el mensaje del valor de la familia en la sociedad. Otros family vloggers también dicen estar sirviendo a una causa social, ya sea subrayar el valor de la maternidad en un ambiente hostil o prevenir contra el cyberbullying. No obstante, con frecuencia la frontera entre la reivindicación y el puro negocio es porosa.
El sharenting puede ser el paso previo a convertir la publicación de contenido familiar en un negocio que las redes sociales han vuelto muy lucrativo. Principalmente en YouTube e Instagram, el contenido familiar triunfa entre los usuarios y atrae la atención de marcas que desean patrocinarlo.

Las redes sociales han vuelto muy lucrativa la exposición de los hijos en Internet
En el caso de los Shaytards, lo que empezaron siendo pequeños vídeos divertidos terminó en producciones cada vez más cuidadas, pódcasts, vídeos musicales y mucho contenido patrocinado.
Shay Butler, el padre y cerebro de todo el canal, fundó la compañía MakerStudios con otros creadores, una empresa de producción de contenido para redes sociales, que acabó vendiendo a Disney por 500 millones de dólares.
Los Shaytards representan el producto estrella del contenido familiar que triunfa en YouTube: familias numerosas, aparentemente perfectas, que publican un contenido que mezcla una pretendida naturalidad doméstica con un entretenimiento más propio de programas de televisión, como desafíos o retos delante de la cámara. Los niños son también los protagonistas de muchos vídeos patrocinados por marcas que incluyen la promoción de juguetes o de experiencias vacacionales.
Algunas familias youtubers aseguran que al construir una base de seguidores para sus hijos desde una edad temprana están invirtiendo en su futuro al abrirles la puerta de convertirse en influencers cuando sean mayores.
Es el caso de Emma Marie, una joven de 20 años con millón y medio de seguidores en YouTube que comenzó haciendo vídeos con su hermana en el canal que su madre creó cuando las niñas contaban con tan solo diez y cinco años.
Lo que es seguro es que este contenido funciona muy bien tanto en Instagram como en YouTube porque sabe tocar a la perfección dos teclas muy importantes en redes sociales: la identificación con el usuario y el componente aspiracional.
Todo padre puede sentirse comprendido con un vlog de YouTube que relata la desesperación que produce que un hijo no mejore sus notas o se pelee permanentemente con su hermano. Si además te lo están contando desde una playa de Hawaii y en la siguiente escena ves la felicidad de los niños al abrir un paquete de juguetes enviados, tienes la receta perfecta del éxito.
Muchos juguetes… rotos
La oposición a este tipo de contenido ha aumentado con los años, a medida que los riesgos se han ido haciendo cada vez más evidentes.
Ya no es solo que mamá y papá te hagan colocarte en la puerta del colegio para hacer una foto en tu primer día. Es que de repente tu vida familiar gira en torno a qué contenido se va a poder grabar.
“Dejamos de publicar a nuestros hijos. Perdimos de golpe medio millón de seguidores”
Este fenómeno lo ha explicado en uno de sus vídeos más recientes Tiffany Nelson, una madre mormona que dirige un canal de contenido de más de cuatro millones de seguidores en el que los protagonistas son sus dieciséis hijos.
Nelson explica los cambios que va a implementar después de darse cuenta de cómo estaba impactando en los menores el hecho de crecer delante de las cámaras. “Estaba teniendo una conversación muy vulnerable con uno de mis adolescentes sobre una situación difícil que está atravesando y otro de mis hijos dijo: ‘esto sería un gran vídeo de YouTube’”, explica.
Shari Franke es una de las niñas de YouTube más famosas del momento porque su madre acaba de ser condenada por abuso infantil. El canal familiar, 8 Passengers, que llevaba ya unos años inactivo y ahora ha sido eliminado, sumaba millones de seguidores, ávidos por los consejos de crianza y maternidad que ofrecía la madre, Ruby Franke.
La joven Shari ha comparecido ante un comité legislativo de Utah para pedir un cambio en la ley que obligue a regular el mundo de la creación de contenido online, especialmente la participación de los menores y la remuneración a la que deberían tener derecho. Aunque Franke aboga por regulación, su objetivo es claro: “Mi propósito final es prohibir el family vlogging”.
“Nunca hay una buena razón para publicar a tu hijo online. No existe el family vlogging ético”, asegura la joven. “¿Cuánto dinero justifica renunciar a tu infancia? De niña, era perfectamente consciente de que era una empleada. El negocio tenía éxito cuando yo estaba contenta o cuando compartía mis conflictos con el mundo. Mis amistades eran escasas porque todo tenía que ser grabado y mis amigos no querían salir en cámara”.
Así lo están contando también otros niños que en su día parecían vivir la infancia soñada por cualquier menor como pequeñas celebridades y que ahora alertan del impacto que ha tenido en ellos.
Karli Reese, una joven que también creció como la estrella de un canal familiar (Our Family Nest), ha anunciado ahora con sus 19 años que se va de YouTube, que la experiencia de crecer bajo las cámaras le hizo odiar el colegio, que era víctima de acoso por parte de sus compañeros, que no sabía si sus amistades solo querían relacionarse con ella por su fama y que pasar la adolescencia bajo el escrutinio de millones de seguidores que se dedicaban a opinar sobre su apariencia y su comportamiento hizo que se odiara a sí misma durante mucho tiempo.
Grant Khanbalinov, creador de contenido familiar en TikTok, también se dio cuenta de que estaba arruinando la infancia de sus pequeños: “Dejamos de publicar a nuestros hijos. Perdimos de golpe medio millón de seguidores y cada día perdíamos más”.
Y es que, aunque hay quien quiera negarlo, el secreto del éxito del contenido familiar son los niños. Son los menores los que atraen a las marcas, los que enamoran a los usuarios y los que posibilitan que un vídeo se convierta en un negocio.
Y esto es lo que convierte la creación de contenido familiar en una cuestión tan delicada. Porque los hijos no están pensados para convertirse en la gallina de los huevos de oro de la familia. Y porque la familia no está pensada para convertirse en un negocio.