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La súper estrella de la que nadie habla en la NBA

Orlando Magic busca formas de romper un ciclo de seriedad mediocrelleva dos temporadas entrando en playoffs pero perdiendo en primera ronda sin tener opciones reales de dar siquiera dolores de cabeza a los aspirantes. Ventilado (4-1) por Raptors y Bucks, el equipo de Steve Clifford rasca en su roster para ver por dónde (y cuánto) puede crecer,.Por el camino dilapidó potencial vía draft: Mario Hezonja fue un número 5 del draft (2015) que no rindió nada y Aaron Gordon es un buen jugador de desarrollo lento que no está a la altura de su elección (número 4, 2014). En 2018 los Magic le dieron el 6 a Mo Bamba, un pívot que sigue igual de verde que el primer día y que no tiene ni mucho menos un futuro claro en Florida.

Mala cosa. El principal capital joven para soñar con un crecimiento de techo alto está en Jonathan Isaac (23 años) y Markelle Fultz (22). Antes de esta temporada los Magic le dieron al primero un contrato de 80 millones por cuatro años y al segundo uno de 50×3. Isaac es un alero de tremendo físico y capacidad defensiva totalmente destructiva. El segundo es un talento que apuntaba a generacional y al que una extraña lesión de hombro casi deja sin carrera. Fue número 1 del draft de 2017 y no pudo hacer camino en los Sixers. Cuando empezaba a despuntar en Orlando, sufrió una grave lesión de rodilla. Promediaba casi 13 puntos y más de 5 asistencias. Isaac, compañero de generación de Fultz (número 6), solo ha podido jugar 136 partidos hasta ahora. En enero de 2020 sufrió una lesión de rodilla. En agosto otra, nada más reiniciarse la competición en la burbuja de Florida (a un paso de Orlando). Ni debutará en esta temporada en la que Fultz ha jugado ocho partidos. Y en los que también han tenido lesiones Fournier, Aminu, Gordon y ahora el prometedor Cole Anthony, el base con estrella que fue elegido con el número 15 del último draft. Chuma Okeke se está integrando en el equipo después de la lesión que le impidió tener actividad en lo que tendría que haber sido su primera temporada (fue, ya lesionado, 16 del draft de 2019).

El año está perdido, por la plaga bíblica de lesiones, en Orlando Magic. El equipo arrancó 4-0 y 6-2 antes de empezar a apilar desgracias. Ahora está 13-18, duodécimo de un Este flojo en el que se sostiene a dos partidos del octavo puesto y a medio del décimo, que da acceso al nuevo play in. El impulso de tres victorias seguidas y cuatro en cinco partidos. Una racha sorprendentemente positiva que lleva la firma del mejor jugador del que nadie habla en esta temporada 2020-21. Uno que aspira a repetir como all star después de su plaza en 2019, la primera de su carrera. Ese jugador, esa estrella anónima, es Nikola Vucevic.

Vucevic tiene 30 años. Lleva en la NBA desde 2011 (pick 2016). Arrancó en los Sixers, se fue a Orlando en el megatraspaso que, como eje, llevó a Dwight Howard de los Magic a los Lakers y a Andre Iguodala de los Sixers a los Nuggets. Suena a otra era en la NBA. En los Magic amplió su contrato rookie (53 millones por cuatro años en 2014) y firmó el siguiente vínculo, ya de estrella (4×100). Sus números siempre han sido entre sólidos y brillantes, y en su carrera está en más de 16 puntos y 10 rebotes por noche. Pero es en los últimos años (incluido ese billete para el All Star en 2019) cuando se ha asentado como uno de los interiores de mejor reputación de la NBA, uno que está en rumores de traspaso (un caso parecido al de Aaron Gordon) en cada ventana de mercado pero que nunca sale de Orlando Magic, donde acaba siendo el pilar de casa proyecto, se plantee de inicio como se plantee. La realidad es tozuda.

Vucevic está jugando a un nivel superlativo esta temporada: 24,1 puntos (tope de su carrera), 11,7 rebotes (su techo es 12), 3,6 (es 3,8) y 24,2 de PER, el rating de eficiencia de ESPN en el que roza el top 10 de la Liga. Anota el 48% de sus tiros de campo lanzando más que nunca (9,6 tiros convertidos por 20 intentados cada noche), el 83% de los tiros libres y, atención, el 40% de sus triples con 6,3 tirados por partido (mete 2,5). En febrero, en el inesperado repunte de su equipo, que trata de competir cada noche, está en 27,2 puntos, 13,6 rebotes y 4 asistencias. El día 5 fulminó a los Bulls con 43 puntos (su techo en la NBA), 19 rebotes y 4 asistencias. El 13 anotó 42 puntos contra los Kings. Y acaba de enlazar 30 puntos, 16 rebotes y 10 asistencias en una remontada improbable contra los Warriors con un 37+12+3 contra los Pistons. Cada vez que los Magic ganan, es porque Vucevic ha hecho cosas. Es así de sencillo.

Los que ven jugar a Orlando Magic se desgañitan pidiendo su presencia como suplente en el All Star, que ha elegido como titulares de frontcourt (nada que objetar) a Durant, Antetokounmpo y Embiid y donde pelean por las plazas de reserva en esa zona de aleros, ala-pívots y pívots los Butler, Adebayo, Sabonis, Randle, Tatum, Hayward… Vucevic, montenegrino forjado en Suiza y moldeado en California (un año de instituto, tres con los Trojans de USC en College), es un pívot fino y de excelente técnica individual que ha adaptado su juego old school al poste a una versión mucho más moderna, más adaptada a lo que se necesita en la NBA actual: pasos de gigante como distribuidor y una revolución como tirador, que ha hecho que su triple frontal nada más llegar al ataque sea tan importante en su arsenal como su repertorio cerca del aro, del fade away a un ganchito ultra productivo. En sus primeras cinco temporadas en la NBA, Vucevic solo lanzó 26 triples en total. En la temporada 2016-17 intentó 75 y en la siguiente, 2017-18, se fue a 204 con un 31% de acierto. Frank Vogel, el entrenador que ha hecho campeones a los Lakers, comenzó a forjar una transformación que remató Clifford. La pasada temporada Vucevic lanzó 289 triples cerca del 34%, en esta lleva 195 en 31 partidos y en un tremendo 40% basado en su enorme confianza y en su capacidad para elegir sin apenas equivocarse: cuándo tirar, cuando ir al aro, cuando circular… Es ese tipo de líder, ese perfil de estrella.

Vucevic cobra 26 millones que serán 24 y 22 las dos próximas temporadas. Es un gran contrato, pero lo está honrando sobradamente. Su nombre seguirá en rumores, y tal vez en algún momento lo veamos en un aspirante al título, jugando partidos de playoffs de más enjundia que los calentamientos que ha disputado por ahora con Orlando Magic. Merece estar en el All Star y merece, desde luego, dejar de ser el mejor jugador del que nadie habla en la NBA 202021.



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