En la Biblia, varios siglos antes del nacimiento de Jesucristo, el profeta Isaías anunció quién sería el Cristo.
– Su nacimiento: “la virgen concebirá, y dará a luz un hijo”. Su nombre será “Emanuel”, es decir, “Dios con nosotros” (Isaías 7:14).
– Su apariencia: “como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura” (Isaías 53:2).
– Su ministerio: “los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos” (Isaías 9:2). “Enviado… a vendar a los quebrantados de corazón” (Isaías 61:1). “El Señor se complació por amor de su justicia” (Isaías 42:21).
– Sus sufrimientos y su muerte: “Llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores… como cordero fue llevado al matadero… el Señor cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:4-7).
– Su resurrección y los resultados de su obra: “Verá linaje, vivirá por largos días… Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho” (Isaías 53:10-11).
Conducido por el Espíritu de Dios, Isaías despliega ante nosotros toda la vida de Jesucristo. Después de su resurrección, Jesús recordó a sus discípulos todo lo que había sido escrito de él “en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos”, y concluyó: “Fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones” (Lucas 24:44-47).