La soprano Montserrat Caballé ha muerto en la madrugada de este sábado a los 85 años en el hospital Sant Pau de Barcelona, donde se encontraba ingresada desde mediados de septiembre por un problema de vesícula, según han informado fuentes hospitalarias.
El funeral de la artista, de voz prodigiosa, se celebrará el lunes al mediodía en el tanatorio de Les Corts, mientras que el velatorio será este domingo a partir de las dos de la tarde en ese mismo recinto funerario.
De Montserrat Caballé se pueden tener muchas imágenes, la mayoría, seguramente, en los escenarios de teatro de ópera de cualquier parte del mundo como una de las grandes voces líricas del siglo XX. Fue, sin duda, una de las cantantes a la altura de mitos como Maria Callas, Joan Sutherland o Renata Tebaldi.
Era, además, una soprano con una tremenda humanidad, con sentimientos a flor de piel. Para la historia han quedado imágenes como las lágrimas de la artista/mujer/barcelonesa ante el teatro del Liceo, la que fue su segunda casa, convertido en cenizas en 1994, y en cuya reconstrucción se implicó de forma personal.
Montserrat Caballé Folch nació el 12 de abril de 1933 en el barrio de Gràcia de Barcelona, en el seno de una familia modesta, donde su madre le dio su primera formación musical que le sirvió para ingresar a los 11 años en el Conservatorio Superior de Música del Liceo con una beca.
En el coliseo de Barcelona estudió con Eugenia Kemeny, Conchita Badía y Napoleone Annovazzi. Caballé se graduó en 1954 en una accidentada prueba final en la que llegó a perder el conocimiento, y tras titularse hizo su primer estreno operístico con el papel de Serpina de La serva padrona, de Giovanni Battista, en el Teatro Principal de Valencia el 27 de junio de 1955 con la Compañía de Opera de Cámara de Barcelona, dirigida por Napoleone Annovazzi. En el Liceo debutó el 7 de enero de 1962 con Arabella, de Richard Strauss.
A lo largo de su carrera, Caballé compartió escenario con todos los grandes artistas, aunque reconocía que tuvo una química especial con tres de ellos: Pavarotti, Plácido Domingo y Carreras. “Cuando cantaba Manon Lescaut con Plácido Domingo, que estaba maravilloso, él me decía que descubría un nuevo mundo cantando conmigo y a mí me sucedía lo mismo. Con José Carreras he tenido una relación muy especial, nos quedábamos embelesados escuchándonos mutuamente. Y con Luciano Pavarotti, es que era como un padre”, recordaba.cortesíaelpaís.com

