¿De quién habla el apóstol Pablo cuando dice que Dios es por nosotros? ¿Quiénes son esos “nosotros”? Basta con leer los capítulos precedentes para comprender que se trata de aquellos que fueron justificados por la fe, es decir, que hallaron “la paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”, que disfrutan de su “gracia” y que pueden “gloriarse en la esperanza de la gloria de Dios” (Romanos 5:1-2). Cristianos, nuestra situación es maravillosa: nuestro Dios, el gran Dios Soberano, está definitiva e incondicionalmente de nuestro lado. ¿Lo creemos? ¿Lo vivimos?
Muy a menudo nos parecemos a Jacob, quien dijo: “Contra mí son todas estas cosas” (Génesis 42:36). Sin embargo era la víspera del encuentro con José, su amado hijo, quien había desaparecido hacía mucho tiempo.
No olvidemos que Dios conoce y prepara los más mínimos detalles de las circunstancias de nuestra vida y hace que todo coopere para nuestro bien (Romanos 8:28).
¡Nos pagó demasiado caro para desinteresarse de nosotros! “No escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros”. ¿Podríamos hacerle la afrenta de dudar que nos ama y que desea nuestro bien? En Dios “no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17).
Su mirada nos sigue (Salmo 32:8), sus brazos nos llevan (Isaías 46:4). Nada “nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:39).