¿Listo para el último viaje?
La mayoría de los pueblos de la antigüedad daban mucha importancia a los ritos funerarios. Existen muchas sepulturas que lo confirman. Al lado de los huesos del difunto a menudo encontramos objetos familiares, alimentos colocados cerca de él para asegurar la «supervivencia», amuletos y regalos para apaciguar a los dioses.
¡Sin duda son costumbres de otros tiempos! Pero existen prácticas parecidas en nuestros países cristianizados. Por ejemplo, en algunas regiones se acostumbra poner un vestido adicional en el ataúd del muerto, y colocar en su mano una moneda para ganar el favor de su dios.
Estas costumbres supersticiosas traducen el vago sentimiento de que después de la muerte no se acaba todo, ya que para ese último viaje la gente quiere satisfacer las exigencias de Aquel con quien se va a encontrar. ¿Puede conseguirlo con una moneda? ¿Qué puede ofrecer la criatura al Dueño del universo? No podemos conseguir el favor de Dios y presentarnos ante él por nuestros propios méritos, ni con dinero.
El «pase» ya fue pagado, mediante la sangre de Jesús, para los que creen en él. Antes de su crucifixión, Jesús prometió: “Voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (Juan 14:2). ¡Ese lugar está preparado; él mismo pagó el precio!
¿Quién obtiene ese pasaporte que asegura una libre entrada en el cielo? El que confía en el valor de la obra de Cristo en la cruz.